Tú y yo somos uno mismo

Como sea esperemos que la ola separatista no sea el Ébola nacional, no vaya a ser que los chilangos quieran hacer la independencia del gobierno federal que ni Mancera ha querido hacer.

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La gran lección de la experiencia escocesa es que los sueños separatistas producen monstruos de loch Ness de la autonomía.

Tristemente la peregrina idea de abandonar la nave nodriza parece alimentar aspiraciones libertarias que se propagan de manera alarmante por doquier.

Una terrible idea, la de la escisión, que resucitó de entre los escombros de la caída del Muro de Berlín. Cuando creímos que esta moda noventera se había diluido de una vez y para siempre con la caída de imperio soviético, en estos últimos tiempos vimos su extraño retorno en Crimea. 

Un espectáculo que en los años noventa nos llevo a  ver cómo, a consecuencia de la perestroika, la geografía del mundo se convirtió en un rompecabezas chauvinista. 

Fue la preponderancia de un espíritu fundamental: “Del archipiélago las islas” y “Mi país soy yo”, que recupera su auge ante la interpretación libérrima del individualismo y el sectarismo en un derroche de excesos.

Una historia que por poco se repite en Escocia y que en Cataluña tendrá su prueba más brava. Y claro, de llegar a triunfar los delirios separatistas el contagio podría incluso llegar a México, aún a pesar de la unidad conseguida por las reformas peñistas que nos dieron patria y no en la matria como afirma la canalla sospechosista hoy encabezada por los blanquiazules que prácticamente le declararon la guerra al mal gobierno.

No conformes con plagiar la lucha mancerista por los salarios del miedo, ahora le quieren arrebatar al PRI la cacería de plurinominales. Ya deberían de saber que si cometieran un tumultuario parricidio con Fox o con Calderón recuperarían el rating y la popularidad perdidos. 

Afortunadamente la izquierda oficial chuchista se mantiene de pie sobre la tierra tricolor pura, sencilla y optimista. Si acaso ahí piden aclarar sin gran entusiasmo el affaire de Tlatlaya, donde lo más seguro  es que todo sea producto de la política ficción o de un mito tan genial como el de la pobreza.

Como sea esperemos que la ola separatista no sea el Ébola nacional, no vaya a ser que los chilangos quieran hacer la independencia del gobierno federal que ni Mancera ha querido hacer. O que los sonorenses se quieran separar del Padrote Padrés o los bajacalifornianos de su displicente góber que les pegó más que Odila.

Ya se sabe, las escisiones no son buenas, que hacen daño, que dan pena y se acaba por llorar. No estaría mal que se convocará a cantar al unísono el clásico de Timbiriche, “Tú y yo somos uno mismo”.  

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