Un psicópata asesino (II)

La joven sobreviviente de este terrible crimen volvió a Mérida a rehacer su vida...

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La semana pasada narrábamos que dos hermanas yucatecas, L.M.M. y E.M.M., estudiantes del Tec de Monterrey, conocieron a un sujeto identificado como Edgar en la discoteca “Sargent Papper” de la capital nuevoleonesa y éste, a la salida, les ofreció llevarlas a su departamento. Las chicas no desconfiaron, subieron al auto del bien portado y mejor vestido joven… y ahí comenzó a escribirse la tragedia. 

En el trayecto L.M.M., se quedó dormida en el asiento del copiloto, pero E.M.M., que iba atrás, se dio cuenta de que Edgar las llevaba por otro rumbo. Edgar, aprovechando que L.M.M. estaba dormida, empezó a hacerle insinuaciones a E.M.M. y la pretendió acariciar. Eso molestó a la chica, quien le reclamó, diciéndole que seguro era casado y sólo estaba buscando una aventura, además de que era mucho mayor que ella (18 años por 33). La discusión despertó a L.M.M., que exigió a Edgar que dejara de molestar a E.M.M. y las llevara a su departamento.

Ese fue el punto de inflexión. Edgar estalló de furia, pisó hasta el fondo el acelerador y, poniendo oídos sordos a los reclamos de las muchachas, se internó en un paraje solitario. Luego abrió la guantera y sacó un revólver calibre .38 ante el pánico de las jóvenes, que gritaban de miedo. Las amenazó para callarlas y luego se detuvo en el obscuro lugar. Con el arma apuntándole a L.M.M., bajó a ésta del coche y obligó a E.M.M. a recostarse entre los dos asientos, prensándola entre ambos para inmovilizarla. Luego amarró en un árbol a la mayor y, tras abusar de ella, la mató de tres disparos en la cara.

E.M.M., aterrada porque había escuchado todo, fue bajada del vehículo y también abusada. Edgar, quien sólo tenía cuatro cartuchos en el arma, le hizo el último disparo a la chica, pero la bala sólo le rozó un pómulo. Pensando que la había matado, la dejó abandonada junto a su hermana muerta  y huyó. E.M.M., desnuda y sangrando, como pudo se arrastró hasta la carretera, donde unos automovilistas la auxiliaron.  

En el trayecto al hospital, narró el incidente, y la policía emprendió la búsqueda del criminal, que ya había sido identificado como el licenciado Edgar Contreras Martínez, gerente de la Sección Amarilla de Monterrey, un sujeto alto, delgado, rubio y de aspecto de intelectual, miembro de una familia acomodada de Monterrey. Pasó un tiempo para que fuera detenido en Texas, cumplió una sentencia de más de 20 años en la prisión de Topo Chico. Murió el 2 de mayo de 2011 por una afección cardiaca.

La joven sobreviviente de este terrible crimen volvió a Mérida a rehacer su vida.

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