Permisividad: lacra social

La violencia y los altos grados de impunidad con los que vivimos a diario son muestra inequívoca del desprecio al valor por la vida y la dignidad de las personas.

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La libertad no tiene su valor en sí misma: hay que apreciarla por lo bueno que con ella se consigue.-  Ramiro de Maeztu, escritor español  

Vivimos en una sociedad permisiva llamada coloquialmente “light”, en la cual los compromisos se pueden romper fácilmente y en la que nadie parece responsabilizarse de la consecuencia de sus actos. 

El lenguaje que se emplea ahora revela a la sociedad actual; las palabras se usan como maquillaje para suavizar y desvirtuar la realidad, por ejemplo: a lo pornográfico se le llama “artístico”; al latrocinio, “desviación de fondos”; a los amantes, “novios”; al que está borracho, se dice que se “pasó de copas”; al chisme, “crítica constructiva”; al bandido se le admira por su astucia y malignidad para cometer todo tipo de crímenes y evadir la justicia.

La violencia y los altos grados de impunidad con los que vivimos a diario son muestra inequívoca del desprecio al valor por la vida y la dignidad de las personas. Lo que sucede diariamente asusta y muchas veces se oye: “Los jóvenes de hoy son un desastre”, “ya no hay valores”, sin tomar en cuenta que no son los jóvenes únicamente los culpables, pues tienen padres y familia. Es ahí, finalmente, donde están muchas de las causas de lo que hoy está pasando y por donde hay que empezar a cuestionar y reconstruir, si queremos mejorar nuestra sociedad, poniendo límites y responsabilidad a la actuación propia y a la de los hijos. 

En la familia es donde el individuo aprende a respetar si hay un ambiente de respeto; a compartir, compartiendo; a no tomar lo que no le pertenece, a pedir perdón cuando lastima y, a ser perdonado cuando se arrepiente; a ser veraz cuando vive en la verdad; no maltratará, cuando no es maltratado, y será confiable al convivir con personas dignas de confianza. 

Estamos sedientos de paz, verdad y congruencia que es actuar como se piensa y se habla, cumpliendo lo que se promete. Educar en la familia es buscar siempre el bien para sí y para los demás, sólo entonces habrá familias honestas, unidas, satisfechas y en continuo desarrollo. Habrá menos personas en crisis, deshonestas y desequilibradas. 

En conclusión, hay que hacer todo lo que esté a nuestro alcance para formar familias en las que se viva en amor y respeto aprendiendo a vivir en libertad, que es procurar, siempre, el bien propio y el de los demás.  
¡Ánimo! hay que aprender a vivir.

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