¿Periodista o tuitero?

Diversas publicaciones hablan de “nuevos periodistas”, o de nuevas cualidades para la juventud que decide estudiar periodismo...

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Diversas publicaciones hablan de “nuevos periodistas”, o de nuevas cualidades para la juventud que decide estudiar periodismo. Es cierto que el ritmo de la tecnología es avasallante, supera, y quienes ejercemos este oficio corremos el mismo contrarreloj a la actualización digital que el que jornada tras jornada nos apresura en la edición impresa. De esto vivimos.

En varias reuniones, a propósito del tema donde concurren los “nuevos periodistas”,  concluyo que no es cuestión de brecha generacional y antepongo el respeto a los nuevos egresados, lo he repetido en clases, y he intentado imbuir a mis colegas en las Salas de Redacción de que si a alguno toca el ejercer cátedra se ejemplifique, pues no concibo que hacer periodismo tenga que ver con escribir en cualesquiera de las redes sociales, o realizar una película. 

Acepto que es una tendencia plausible, exitosa, conveniente, democrática, pero con todo respeto no creo que se vincule esto a los preceptos de hacer periodismo. Lo digo ofreciendo disculpas a quienes siempre hablan de la importancia del internet, de las redes sociales y del futuro amalgamado a la tecnología. Obligatoriedad de este siglo, como yo, muchos periodistas aceptamos la tendencia e instrumentamos mecanismos en nuestro quehacer para adaptarnos a ello. 

Muchos periodistas de turno y convicción sacrifican esos tiempos que sobran en el “nuevo periodismo” para llevar el sustento a sus familias, haciendo a un lado cualquier viso de amargura. Reitero que quienes estudiamos periodismo no lo hicimos asidos a una tecnología, sino a la conjunción y expresión de ideas. No nos guiamos por una “fórmula infalible en tiempo real”, sino que aprendimos a tomar riesgos. Hicimos a un lado la expresión de conformismo con la información que se recibía para, en contraparte, presentar nuestras conclusiones. Nuestra aspiración como profesional de la comunicación se basó en ser útiles a la sociedad y a heredar un entorno justo o equitativo a nuestra generación, no a replicar o elucubrar sobre chismes y fantasías

Similar a esto último ocurre con las nubes de cuestionamientos y especulaciones en torno al video de una ciudadana de Cancún, que exhibe a su ex empleada doméstica por tomar un alimento sin su permiso, no por el afán discriminatorio (que sí lo tiene el video), sino para el malogrado objetivo por dejar constancia de una recurrente falla en la confianza que se brinda al personal de servicio.

Las investigaciones dadas a conocer al respecto del caso, partiendo desde la exposición a la luz pública en redes sociales del video, por parte de un ciberusuario identificado por el uso de esta tecnología para sobrevivir a costa de convenios en especie e intercambios de cortesías, no me hace sino confirmar y preguntar: ¿a quién le gustaría que le ocurriese lo mismo?

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