¡No me he manchado de sangre!

Nuestros políticos pueden prometer casi cualquier cosa que saben nunca se verá cumplida, sin que los traicione gacho su lenguaje corporal ni les salgan verrugas.

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Pocas cosas tan asombrosas que ver a un político tratando de dar saltos, brincos y piruetas a la Robben estando el suelo tan parejo.

Para responder a cuestionamientos simples, ingrávidos y gentiles como pompas de jabón, se escurren, se van por la tangente, confeccionan complejas elipsis, invocan al estado de derecho, hacen la clásica enérgica condena, prometen una investigación transparente, caiga quien caiga, o le echan la culpa a los otros con unas habilidades para la evasión que ya hubiera querido Houdini.

A mí no me deja de parecer admirable la manera tan elegante en que sin dudarlo, con una poker face muy profesional, nuestros políticos pueden prometer casi cualquier cosa que saben nunca se verá cumplida, sin que los traicione gacho su lenguaje corporal ni les salgan verrugas.

Ahí está el góber de Guerrero, quien ante las insinuaciones y señalamientos de negligencia, encubrimiento y desdén por el tema de Ayotzinapa desde antes de la primera revuelta, y luego de explicar cómo de manera profesional y vigorosa el estado de derecho caerá sobre los culpables de tamaña carnicería, afirmó: “no me he manchado de sangre”.

Algo que solo puede ser comparado con las palabras del expresidente del PRD Chucho Zambrano cuando ataviado con guayabera afirmó, sin en el menor dejo de ironía, que en “Guerrero no hay ingobernabilidad”.

Sí, seguro por eso reclutan grandes luchadores democráticos y humanistas como en Oaxaca, Puebla, Sinaloa y varios más (no podríamos olvidar al inolvidable NodoyGodoyuna en Michoacán), de entre quienes destaca el ex edil de Iguala que anda como chapito en fuga, y cuyas tropelías con bailongo incluido son como del ¡Alarma!

Ya no se sabe cuál selección de personal es más dudosa, la de las policías municipales o la de Nueva Izquierda.

Lo bueno es que hay cosas que nunca cambian y otras que se ponen mejor. Por eso el nuevo líder del PRD, el licenciado Navarrete, en cuanto lo cuestionaron sobre esos pequeños deslices del chuchismo en éxtasis, de inmediato señaló hacia los estados priistas y panistas donde la autoridad o fue rebasada o anda muy fallida.

Lo que viene siendo la solidaridad gremial.

Pero lo más mejor de todo es la manera en que la histeria colectiva se dirige hacia el crimen organizado, los sicarios y los criminales, como si hubieran nacido por generación espontánea y La Impunidad fuera nombre de antro de mala muerte.

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