Luis en la memoria

Sé que no habrá palabras que sean bálsamo para el dolor de su familia, pero me gustaría que estas letras sirvan para decirles que pueden sentirse orgullosos: Luis Luna fue un gran hombre.

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Siempre que alguien muere caemos en el lugar común de enumerar sus virtudes y ahondar en lo importante que fue. En este caso, es inevitable: nos arrebataron al maestro Luis Luna.

Estaba en Guanajuato cuando escuché la noticia de su desaparición, las personas de la universidad con las que trabajaba me preguntaron por él -era un hombre conocido y apreciado a nivel nacional e internacional- y me pidieron los mantuviera al tanto de las noticias.

Cuando al fin supimos que había pasado, coincidimos en la gran pérdida que significa para la música. Pero también para el desarrollo cultural del Estado. Son escasos los funcionarios que mantienen la sonrisa limpia y los brazos abiertos,  sensibles, solidarios, que en realidad su aportación al arte y la cultura sea más importante que su nombre o su rostro en los periódicos. 

Es poco lo que se puede decir del maestro Luis Luna Guarneros; comparado con su obra, es muy poco: lo demuestra el homenaje realizado por la Sedeculta en el Teatro José Peón Contreras, la comunidad compartiendo su fotografía en las redes sociales, pendientes de que apareciera.

Las malas noticias llegaron pronto: nos lo arrebataron con un crimen cobarde y mezquino. Sé que su proyecto de creación de orquestas juveniles dejó a más de uno con grandes signos de admiración.

En mis andares fuera de Mérida, siempre era mencionado como ejemplo de trabajo con los jóvenes: acercarlos al arte para alejarlos de los caminos de la destrucción. Nos lo arrebataron, nos quitaron a un hombre que dedicó su vida a la música,  y quizá por eso su silencio duele tanto; porque ya no estarán sus notas ni su generosa sonrisa.

En este vacío que queda donde nos arrancaron su sonrisa, quedan las manos nuevas de los niños que hoy se expresan a través de la música, gracias a usted y su alma de maestro. Que cada nota haga eco en el corazón de su familia y sepan que usted fue un buen hombre, un artista, un funcionario, un maestro muy querido en este cielo del Mayab, en esta Ciudad Blanca que con su ausencia se viste de luto. 

Sé que no habrá palabras que sean bálsamo para el dolor de su familia, pero me gustaría que estas letras sirvan para decirles que pueden sentirse orgullosos: Luis Luna fue un gran hombre, un ícono de la música y su aportación en la historia de Yucatán quedará siempre en la memoria de este pueblo. Si la reencarnación existe; espero que pronto esté de vuelta, en una oda a la alegría o en una sonrisa imborrable que nos haga saber que es usted.

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