Lo que vi este "#20NovMX"

El grupo que marcha desde el Ángel me recordó más a aquellas marchas blancas por la seguridad que a las de jóvenes de 2012 o a las muy perredistas del desafuero.

|
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram

Hacía frío y amenazaba lluvia poco antes de las cinco de la tarde en el Ángel de la Independencia.

Alrededor del monumento se juntaban cientos, tal vez miles, todos vestidos de negro. Preparaban cartelones, banderas, la de México esta tarde fría era negra, blanca y negra. Según la convocatoria este es el punto de reunión para eso que a falta de un mejor nombre se autonombra “sociedad civil”.

Los contingentes se van armando.

—¿Quieres marchar con nosotros?

—¿Tienes con quién marchar?

Los más organizados traen listones con los que envuelven a su grupo, de los listones, en la mayoría de los casos, penden carteles con la foto de alguno de los 43 normalistas desaparecidos. Los menos nomás se arriman. Hace frío.

A la vanguardia se coloca un grupo de padres de los desaparecidos. ¡No están solos! ¡No están solos! Es el grito que los acompaña a lo largo de la marcha.

Muy pronto, los contingentes se topan con un primer grupo de encapuchados. Una decena de jóvenes con pasamontañas negros. Los que marchan los rodean, serán unos cincuenta.

Los señalan con el índice y gritan a coro: ¡Sin capuchas! ¡Sin capuchas! ¡Sin violencia! ¡Sin violencia! El momento es tenso, los encapuchados resisten, insultan, gritan consignas, llaman ñoños a quienes les exigen mostrar la cara.

Al final se impone la mayoría. Se quitan las capuchas y se apartan del río principal de la marcha. La escena se repite un par de veces más entre el Ángel y el Hemiciclo a Juárez.

El grupo que marcha desde el Ángel me recordó más a aquellas marchas blancas por la seguridad que a las de jóvenes de 2012 o a las muy perredistas del desafuero. Muchas familias, muchas parejas de la mano, muchas canas y muchas mujeres.

Una y otra vez se repite el conteo, uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve…hasta cuarenta y tres. Una pausa y otra vez: uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve…hasta cuarenta y tres.

Cien conteos después caigo en la cuenta de la profundidad del problema que enfrentamos.

Estos miles, estas decenas de miles que inundan el Zócalo y los otros que marcharon en 16 ciudades del país y otras del mundo piden lo imposible. O lo que al menos hoy parece imposible: volver a ver a los 43.

Desde el Zócalo, ayer, esto parece un asunto irresoluble.

Lo más leído

skeleton





skeleton