Las aguas vivas de los cenotes
Ya cuando estaban adentro de la cavidad, el agua del cenote se levantó y estuvo a punto de atraparlos a todos.
Amada Rubio Herrera estudió un mito inquietante en la cabecera del municipio de Suma. Su texto dice que los cenotes son sensibles a las personas que los usan y visitan, de tal forma que, si uno lo hace con respeto, la estancia será tranquila y sin novedades. Pero si las personas lo hacen de manera irrespetuosa, insultando, echando relajo o, peor aún, cazando a las aves que se aproximan al cenote, éste puede reaccionar levantando sus aguas hasta atrapar a los intrusos.
Roberto López Méndez publicó que en la hacienda San Juan, en el municipio de Muxupip, un grupo de muchachos entró a un cenote en busca de agua para apagar el fuego de unos troncos. Pero empezaron a gritar e insultarse entre sí. Un señor anciano les advirtió que se calmaran, pues se podría molestar el “dueño” del cenote. Ellos se rieron y dijeron que el viejo estaba loco.
Ya cuando estaban adentro de la cavidad, el agua del cenote se levantó y estuvo a punto de atraparlos a todos. Uno tuvo que ser jalado para que no perezca ahogado. Pero todas sus cubetas y sogas desaparecieron.
Si bien la tesis de Rubio Herrera se realizó en la parte central del Estado, numerosos periodistas y escritores locales han reportado versiones en muchos otros municipios de Yucatán.