¡Huélum, huélum, gloria, a la cacho cacho porra!

Ya sabemos que tener una carrera politécnica o universitaria en México ya no te asegura ni mucho menos el salario mínimo.

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Cuando me lo dijo el Boby pensé que estaba como operado del cerebro. Iba a dejar la máxima casa de estudios para ir al Conalep, cambiando sus tres años en administración pública para hacerse mecánico de aviación. Al chico rato, mi cuate agarró buen jale, mientras que quienes nos quedamos en la UNAM le tuvimos que perrear largo y tendido. 

Con ese ejemplo de superación personal, no puedo entender a los estudiantes que protestan contra las transformaciones que se avecinan en el IPN y que, desde su lectura, convertirían a la institución en Conalep. Y como ya no se llamará ingenieros a los egresados, sino viene-viene con capacidades distintas, peor. Incluso les molestan cambios didácticos y que desaparezcan materias como matemáticas y álgebra, lo cual me congratula, pues Baldor me aterroriza.

Claro que tampoco contribuye a la tranquilidad de la lucha combativa si a la directora del Poli, Yoloxóchitl Bustamante, se le ocurre caer en la misma tentación de quienes  frente a un movimiento repiten el mismo machote: este movimiento no es estudiantil, está manipulado por grupos extremistas y provocadores. O sea, hay que echarle ganitas, porque lo mismo expresaba Soberón, no se diga Carpizo y cualquiera de sus homólogos ante cualquier revuelta de la muchachada. 

Digo, está bien que la imaginación no haya llegado al poder, pero por lo menos hay que usarla para mantenerse en él.

Pero de ahí en fuera está de rechupete que a las autoridades del Poli quieran reducir la matrícula a cualquier precio, incluso tratando de acabar la bonita tradición de los fósiles que tanto alegran la vida escolar (no sé si un fósil con dos materias reprobadas sea un fósil), pero sí me parece un poco exagerado que su propuesta de reglamento escolar parezca inspirada en Mamá Rosa y en Díaz Ordaz.

Además, ya sabemos que tener una carrera politécnica o universitaria en México ya no te asegura ni mucho menos el salario mínimo. Además, para qué llevar tanta muchachada al los campus si, como dice la OCDE, esta patria es la número uno en embarazos juveniles. Mejor que se queden en casa rezando el Rosario como querría Papá Nabor o que se esperen a que las reformas peñistas les consigan una chamba.

¡Huélum, pim, pom, porra! 

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