Guerrero después de Aguirre

No alcanzo a entender cómo es que una funcionaria del gabinete de Aguirre desde el inicio de su administración va a ayudar a encontrar a los normalistas desaparecidos, o a Abarca y su mujer.

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Ángel Aguirre no es ya gobernador de Guerrero y como escribí hace unos días, más allá de un tardío y forzado ejercicio de responsabilidad política, y algún valor simbólico, la crisis guerrerense sigue y, pienso, seguirá igual.

No alcanzo a entender cómo es que una funcionaria del gabinete de Aguirre desde el inicio de su administración va a ayudar a encontrar a los normalistas desaparecidos, o a Abarca y su mujer; o si hay alguien que pueda atemperar el tono de las protestas que ya llevan un par de palacios municipales incendiados.

Las cosas se pueden poner mucho peor.

Y todo esto cuando en Guerrero el próximo año hay elecciones para gobernador, presidencias municipales y congreso local.

De hecho formalmente el proceso está a punto de iniciar. 
¿Podrán un gobierno interino, un órgano electoral local novato, con una decena de alcaldías desarticuladas, los maestros en pie de lucha, con nuevas reglas electorales, poder llevar a buen puerto los comicios del próximo verano?

Repito la advertencia de Carlos Illades —autor de una historia guerrerense— publicada en nuestra Tribuna de esta semana:

“Al comenzar 2014, se tenían detectadas autodefensas en 47 de los 81 ayuntamientos guerrerenses. Se sabe que ahora son muchas más, algunas emplazadas en los cinturones de miseria de las ciudades.

“La amplia costa, la importante producción de adormidera (significativa en el mercado mundial de los opiáceos) y mariguana de gran calidad en la sierra (muy cotizada en los EUA), la crisis de los cultivos tradicionales, la pobreza extrema, la precariedad de la justicia y la corrupción gubernamental abonaron el terreno para la expansión del crimen organizado en Guerrero. Aliada con los caciques regionales, la delincuencia interviene significativamente en la economía y la política, de manera tal que ambos han potenciado su fuerza.

Para ganar elecciones esta simbiosis es ejemplar: unos aportan a las ‘masas’ y otros los recursos para movilizarlas.

Mientras tanto, el círculo de la violencia social se reproduce y la deuda histórica con los guerrerenses crece, por lo que antes que tarde habrá otro Iguala que lamentar”.

Iguala, Guerrero, el país siguen en busca de una mejor idea para lidiar con su emergencia permanente. 

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