Beneficiarios de la tragedia

Existe buena voluntad de los manifestantes por la desaparición de los normalistas de Guerrero, pero algunas corrientes movidas por intereses políticos y económicos buscan sacar provecho de la tragedia.

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Independientemente de la buena voluntad de los que participan en las manifestaciones y en las redes sociales para demostrar su justa indignación y repudio por la desaparición de los estudiantes normalistas de Guerrero, no resulta nada improbable que diversas corrientes movidas por intereses políticos y económicos busquen sacar provecho de la tragedia.

Y que a la sombra de los reprobables hechos intenten, por ejemplo, desde el asalto a la directiva de su partido, la imposición de candidaturas a puestos públicos o simplemente la atracción de votos sustentados en tácticas basadas en la exculpación propia y la denigración del contrario, culpabilizándolo.

Eso sucede con los personajes de la llamada izquierda, del PRD y Morena, que, no obstante haber apoyado las candidaturas del gobernador renunciado y el alcalde encarcelado, buscan, mediante la burda repetición de trasnochadas consignas de más de nueve lustros, que no se aplican hoy día, como esa de que fue un “crimen de Estado”, trasladar la culpa a la Presidencia de la República y su partido.

Cuando la franja de ingobernabilidad corresponde “casualmente” al hibridismo político con que la alianza PAN-PRD en el sexenio pasado llevó al poder a personajes chapuceros que, habiendo defeccionado de su partido, no rinden cuenta a ninguno, pues obtuvieron sus candidaturas a cambio de fuertes sumas de capital proporcionadas por sus patrocinadores, que es para quienes gobiernan.   

El mismo efecto obtuvieron quienes, con sanas o aviesas intenciones, pugnaron por la internacionalización del conflicto solicitando la intervención de la ONU, de los gobiernos extranjeros y de las organizaciones que vigilan los Derechos Humanos, pues con ello desplazaron el problema de ser un conflicto estrictamente local para adjudicarle la  responsabilidad a la Federación.

Mas si este efecto pudiera quedar circunscrito al aspecto político, sus repercusiones, a pesar de ser graves, pudieran no resultar, a fin de cuentas, tan devastadores como sucede en el plano de la economía nacional, sobre todo en la actual coyuntura en la que vienen tiempos de negociación con poderosos grupos de inversionistas que buscan aprovechar la apertura que se dio con las reformas estructurales.

Quienes promueven el desprestigio nacional en busca de beneficios para sus intereses en la esfera electoral pueden socavar al mismo tiempo el esfuerzo que realizamos los mexicanos a favor del crecimiento económico, pues resulta evidente que el capital, como categoría económica, prefiere negociar con un gobierno cuestionado por su sociedad y por lo tanto débil, que con uno fuerte.

En ese sentido, más allá de la folklórica detención de un par de extranjeros acelerados, hay que pensar que los principales beneficiarios del clima de inseguridad que se proyecta pueden ser los  inversionistas de fuera.

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