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Dice la RAE que amuleto es un objeto, a veces con figura o inscripción, al que se atribuyen poderes mágicos. En su
historia, el ser humano trae encima una multiplicidad de situaciones que con el tiempo se han transformado, algunas
de ellas han cambiado diametralmente, mientras otras sólo han migrado a situaciones distintas pero no distantes de
aquella del momento de su surgimiento.

Se les atribuía una serie de propiedades, cualidades y características que suponían la protección de aquellos quienes los portaban para combatir enfermedades, desgracias, desdichas y males.

El origen de la palabra es el latín “amuletum”, “amoliri”, alejar o apartar o también el árabe “jamala” (llevar) y “jamalet”, que significa objeto que se lleva, su contraparte está representada en la palabra talismán, objeto que se dice que sirve para atraer la suerte.

Por supuesto la fuerza que representa el amuleto está ligada a creencias, condición e interpretación humana que le ha servido a nuestra especie para darle un poder a un objeto sin que de ello se tenga comprobación científica.

Desprender la interminable interpretación de hechos, sucesos, enfermedades y/o acontecimientos de la mente
humana sería pedir que pierda su naturaleza. La necesidad de tener explicación sobre la gran variedad de hechos es interminable y lo será por los tiempos en los que el ser humano viva.

Lo que ha cambiado es la forma en la que buscamos la explicación, antes todo lo relacionábamos con fuerzas sobrehumanas, con poderes superiores que se dedicaban al mal, poco a poco se ha buscado la explicación científica.

Pero la gran tarea de investigar, demostrar y comprobar con métodos científicos tiene un proceso de plazos largos, al
punto tal que cuando aquello que se busca explicar logra su objetivo, la explicación ancestral y humana se enraíza en el pensamiento, al grado que la explicación científica se diluye derrotada por la creencia.

Agregar a estos ingredientes aquel que impide la pronta solución de los sucesos cuando ya existen las posibilidades
de entenderlos convierte las situaciones en un alud de creencias contradictorias que obstaculizan la solución del
problema.

El último informe estadístico que resalta en el escenario de crisis de salud llega a la catastrófica cifra oficial de 200 mil defunciones por Covid, sin contar aquellos que han superado la enfermedad y mucho menos los daños colaterales de quienes son sus familiares, sumando además el incremento silencioso de las afectaciones a la salud mental de la sociedad, derivado de los sentimientos de impotencia, ansiedad y temor.

Las acciones más elementales para prevenir los contagios están dictadas, ejecutarlas mientras la solución avanza será una decisión individual con efectos generales. La socialización permanente de aquellas cosas que benefician y previenen sí pueden ser una fortalezca que contribuya a mantener la salvaguarda de quienes cumplan con las medidas.

Para la reflexión: ¿hacemos caso a nuestras creencias a través de amuletos o contribuimos con el cumplimiento de las medidas para aminorar y si fuera posible desaparecer los efectos de la pandemia?

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