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Todo parece ir retornando a la normalidad, una distinta pero al final de cuentas habitualidad, aquel estado físico y material en el que por lo regular se encuentran las cosas o las personas.

Y si para referirnos a ello debiéramos decirlo en términos de movilidad, entonces diríamos que ya prácticamente estamos haciendo las mismas cosas que hacíamos hasta el momento antes de la contingencia.

Siendo observadores diríamos que, desde el reinicio, sólo agregamos algunos rituales que surgieron con motivo de una cultura preventiva en materia de salud.

Allí tenemos los tapetes sanitizantes, los termómetros, los distintos líquidos para aplicar en manos, también tenemos aquellos que son más de naturaleza familiar, por ejemplo el cambio de ropa antes de entrar a casa y el baño inmediato una vez estando dentro. Pero todos estos rituales han surgido parece que con la fuerza suficiente para que dé aquí en lo futuro deban quedarse.

En otras palabras serán parte de nuestros ancestrales rituales como el saludo de mano, el cálido abrazo y hasta el cariñoso beso en la mejilla cuando nos encontramos con nuestros iguales y principalmente con nuestros familiares.

Es así como las cosas van marchando, tomando su ritmo, adquiriendo la velocidad aquella a la que veníamos.

Tal parece que ahora deberemos hacer una enorme reflexión para determinar cuál será nuestra actitud con respecto a la ingente cantidad de contagios y la elevada cantidad de fallecimientos: le tomamos respeto aun teniendo miedo o le perdemos el respeto para incrementar el miedo.

Todo lo que hasta este momento fue descrito líneas antes es parte de una realidad que hoy se convirtió en la normalidad, el punto es no perder de vista que en ese calificativo no caben los incrementos en los contagios, ni los fallecimientos, a estos últimos no los debemos normalizar. Cuando a una situación, hecho, suceso o acto se le normaliza, desde ese momento se perderá la objetividad.

Los asuntos y en este caso aquellas situaciones de las que hablamos y que no son simples datos, como en el caso, ya que lo que está de por medio es la vida de las personas, eso debe ser suficiente para no normalizar los contagiados, ni mucho menos los fallecimientos.

Pero los fallecimientos y contagios son un asunto para darles atención hoy, existiendo además otro asunto para atender a futuro, este también es un tema consecuencia de la pandemia, mismo que comenzará a mostrar efectos en el futuro cercano.

El duelo, tema de alto efecto en el estado emocional del ser humano, asunto que atiende el espíritu, el alma y da serenidad a la mente. El proceso que contiene esta emoción humana surgió incluso antes del razonamiento.

Es el estado emocional que nos lleva a despedirnos de aquello y aquellos por los que sentimos un afecto, pero hoy las circunstancias están impidiendo que tal proceso se realice conforme a lo que estábamos acostumbrados.

Reflexión: ¿Debemos atender el tema como un asunto de salud pública o dejamos que sigan partiendo nuestros seres queridos sin duelo?

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