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Muchos, por no decir todos, de una u otra manera están buscando la forma de continuar y no detenerse. Dedicados a diversas actividades, toman sus herramientas físicas y todo su ánimo para que, aun con las restricciones y los obstáculos emocionales, puedan reiniciar lo que por mucho tiempo quedó suspendido.

Aquello no impide que los sucesos diarios hagan de las suyas, ya que por supuesto todos los días hay altas y bajas, tanto en el ámbito emocional como en la presencia de personas conocidas, cercanas o desconocidas que dejan de estar físicamente presentes.

Parecen asuntos de la normalidad, aquellos que se van presentando a cada minuto, hora y por supuesto convertidos en días.

Esos asuntos son aquellos que tienen que ver con los efectos de una circunstancia extraordinaria, ésta es por supuesto la pandemia.

Hoy cada segundo, minuto, hora y día ha tomado de nueva cuenta su lugar después de un largo tiempo, su valor ha crecido en proporciones poco vistas.

La velocidad del vivir antes impedía ver con claridad la verdadera importancia del señor tiempo, parecía que su cantidad era algo que estaría presente sin necesidad de darle una justa dimensión.

La inercia de los días llevaba a que las personas realizaran toda clase de proyectos, mismos que se concretarían al pasar ya no sólo más días, incluso meses si no es que años.

Los límites de la vida no eran vistos con claridad, una nube densa empañaba la visión impidiendo ver aquello que por naturaleza era obvio, la vida era controlada por el tiempo.

Los avances médicos y tecnológicos lograron en los tiempos del pasado darnos la posibilidad de acrecentar ese tiempo, pero nunca romper los límites naturales ya dispuestos.

Hoy, a pesar de las esperanzas depositadas en distintas vertientes, todos los días acontecen hechos que nos hacen ver cómo la vida tiene su límite, pero esa dimensión comparada con el pasado impulsaba a seguir.

Hoy las circunstancias limitan muchas de las aspiraciones, sobre todo aquellas que tienen o que tendrían que concretarse en el futuro.

La posibilidad de contagio, conjugada con el hecho de que todos los días hay conocimiento de personas cercanas que se contagian, inhibe el ánimo que todos los días es inyectado al obvio devenir cotidiano.

El monstruo del tiempo hace de las suyas, invade las emociones de todo aquel que está dispuesto a continuar con su vida, pero dependerá de cada quien que aquel no logre sus objetivos.

Para la reflexión: ¿dejaremos que las circunstancias superen el ánimo de continuar, o nos aseguramos el deseo de continuar acatando las medidas que sirven para darnos más tiempo?

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