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Cuenta la historia que, en algún punto en el tiempo, una de las especies del reino animal se posicionó en la cima de ese imperio, iniciando con ese acto el control de las demás especies.

La silla del imperio animal fue tomada por la especie humana.

Se habla de que, a partir de aquel entonces, el control de las cosas del mundo quedaría en manos del ser humano.

Aquel acontecimiento sucedió sin la necesidad de derramar sangre, la sucesión del poder y del dominio dio inicio a un larguísimo periodo de tiempo, tan extenso, que hasta hoy, alrededor de dos mil setecientos años después, al parecer aún prevalece.

Como en todo dominio, el ejercicio de poder de ese imperio se había dado sin mayor contratiempo y sin obstáculo alguno de las otras especies.

Pero transcurrido el tiempo, sucedió lo inesperado, el poder de la especie humana se vio amenazado, un minúsculo y aguerrido virus llegó para poner en entredicho el tan amplió poder que poseían los “reyes de la creación”.

De nueva cuenta los sucesos de la vida ponían en la lona el tan imparable dominio. Este suceso sin precedentes, que sólo tiene comparación con la fiebre española y algunas otras pandemias, llegó para demostrarnos lo frágiles que somos.

En vísperas de celebrar el acontecimiento más generalizado y de mayor impacto social, cultural y familiar, parece que nos encontramos atrapados en un callejón sin salida.

Por un lado, la fuerza de los sentimientos se ha empoderado y está logrando ganarle a la razón, parece que ésta ha perdido la batalla contra la emoción, el ir y venir de la gente nos pone en mayor riesgo y ante ello no hay nada que detenga esa decisión.

Aún queda un largo camino de celebraciones, el punto de partida para ello es la noche del veinticuatro, pero también hay un camino más largo todavía: el de encontrar solución para el mal que nos acecha.

Siendo positivos, el augurio es en favor de la felicidad para todos los días que restan no sólo de celebración, sino también para el tiempo que nos queda de estar en este mundo. Tomemos las mejores decisiones sin ponernos en riesgo y mucho menos a los nuestros. Felices fiestas.

Para la reflexión: ¿en esta época de celebraciones estamos usando la razón o dejamos que la emoción triunfe?

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