'El escándalo del profeta'

Homilía. XIV Domingo Ordinario. Ez 2, 2-5; Sal 122; 2Cor 12, 7-10; S. Mc 6, 1-6.

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El 'enfrentamiento' entre San Miguel Arcángel y el demonio revela, sobre todo, la soberbia, raíz de todos lo males de los fieles. (vaticanocatolico.com)
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Se dice que en la lucha entre San Miguel y el demonio, San Miguel exclama: “¡Quien como Dios!”; y en cambio el demonio: “¡Quien como yo!”.

Que significativas ambas exclamaciones para hacernos comprender que la soberbia es la raíz de todo mal. Nuestros primeros padres apenas creados ya fueron seducidos por esa perenne tentación: “seréis como dioses” (Gn 2.5).

La soberbia es un engaño, pues la persona cree que vale mucho más de lo que es; la humildad es el servicio a la verdad, decía Santa Teresa de Jesús.

I.- Ez 2, 2-5

La lectura de este profeta es peculiar y difícil. En el texto que hemos escuchado se acumulan calificativos duros contra los israelitas ya desterrados en Babilonia.

El Profeta enfatiza los pecados como la violencia, denuncia la sangre derramada, la impunidad, idolatría, inmoralidad, adulterio, prostitución y encuentra la raíz de todos los males en la soberbia.

Encontramos que el profeta quiere ser fiel a su vocación y esa fidelidad le acarrea penas, sufrimientos y hasta la muerte.

Dios desenmascara la soberbia para quien la lleva ya no haga daño a los demás.

Con la soberbia pisotearemos injustamente a los demás, y atropellaremos sus derechos legítimos.

II.- 2Cor 12, 7-10

San Pablo hace recopilación de los títulos y motivos de su dignidad de Apóstol, mostrándoles todo el sacrificio de entrega y de dedicación que ello comporta.

El apóstol, comprende que su ministerio debe sufrir esas tribulaciones (Hech 14, 21).

A este test de los sufrimientos, de las críticas, desprecios y persecuciones, se agrega “una espina clavada en mi carne” (2 Cor 12, 7). Independientemente de que si es una enfermedad, o la dolorosa desilusión de la no conversión de la comunidad judía (Rm 9, 11). Lo que queda claro es que no está ni solo, ni abandonado delante de la prueba pues el Señor le responde:

“Te basta mi gracia, porque mi poder se manifiesta en la debilidad” (2 Cor 12,9).

Así es como él comprende que la eficacia del apostolado no depende ni de la capacidad personal, preparación, medios y recursos, sino de la gracia de Dios.

III.- S. Mc 6, 1-6

Se puede definir la Liturgia del día de hoy como: “El escándalo del Profeta”, porque las personas con este carisma son incómodas, salen fuera de lo normal y son “piedra de tropiezo”, como lo es Dios mismo. (Is 8, 14).

Así vive Jesús su experiencia en el pueblecito de Nazareth. El escándalo es típico de una falsa religiosidad, que rechaza reconocer una intervención de Dios, en un acontecimiento o una persona que aparecerían como ordinarias.

Con el verdadero espíritu de fe se superan las ambigüedades y reduccionismos y se capta y comprende el sentido profundo de personas y acontecimientos.

Para comprender a Jesús hay que abrirse en la humildad al misterio de Su persona, y no reducirlo a la imagen cómoda que nos hubiéramos hecho de Él. El poder de Jesús está ligado a Su Palabra y Ella es eficaz cuando encuentra una escucha atenta y una disponibilidad en la fe.

¿De dónde provino el escándalo? De que Jesús se presentó ante ellos como el Mesías esperado, aplicándose a sí mismo el texto de Isaías, como creían conocerlo bien, lo rechazan.

El evangelista añade, que no pudo hacer ningún milagro por la incredulidad de sus paisanos.

Los dones de Dios, dependen de la fe con los que los pedimos, y de la acogida con los que los recibimos.

Los milagros de Jesús atestiguan que es el Mesías esperado e invitan a creer en Él, concede lo que le piden a los que acuden a ÉL con fe. (Catecismo de la Iglesia Católica 547 y 548).

La aceptación de Jesús debe ser integral y total, toda mi voluntad, toda mi adhesión, para toda la vida. Lo poseo y soy poseído por Él.

De otra manera cuando recurrimos a Él para pedirle favores y beneficios, para ver maravillas; y no un compromiso de estilo de vida,  de trato con los demás, de servicio al prójimo, de promoción integral de la persona, y que delante de cada decisión tengo presente la voluntad de Dios.

Comenta San Juan Crisóstomo: “La envidia es una pasión malvada que se combate y contradice a sí misma. Lo que debería ser sorprendente, extraordinario y susceptible de atraerlos a Jesús, es en cambio lo que escandaliza a sus paisanos” (S. Juan Crisóstomo Coment. In Matth. 48.1).

IV.- Conclusiones
  1. El encuentro con Jesucristo será siempre un encuentro de amor en la humildad de la fe. Con Pedro y como Pedro, digamos y “Señor tú sabes que te quiero (Jn 21, 26).
  2. La Palabra de Jesús sufrirá siempre rechazos, porque es exigencia y provocación a cambiar la vida: “predicamos a un Cristo crucificado escándalo para los judíos, necedad para los gentiles” (1Cor 1,23).
  3. No podemos actuar por “resultados” sino que debemos actuar en conciencia, por principios y convicciones, a la luz de la Palabra y el Magisterio. San Ignacio decía: “Lo que hagas, hazlo como si todo dependiera de ti, y confía en Dios como que todo depende de Él”.
  4. El éxito y el fracaso, Dios lo da o permite, a quien quiere, cuando quiere y como quiere.
  5. Aprender a ver el Rostro de Jesús en los demás, sobre todo si necesitados, enfermos, pobres o marginados. Hagamos todo por amor a Cristo. Amén.

Mérida, Yucatán, 5 de julio de 2015

+ Emilio Carlos Berlie Belaunzarán
IV Arzobispo de Yucatán
  Administrador Apostólico de Yucatán

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