Tres consejos para que no des el 'viejazo'
Tres consejos para asimilar mejor los cambios de la transición entre el adulto maduro y el adulto mayor.
SIPSE
MÉRIDA, Yuc.- Platicando con los abuelos decíamos que –según la “teoría de la continuidad en el envejecimiento”- nuestro paso a la vejez debe ser una prolongación de nuestras experiencias, proyectos y hábitos de vida.
Comentábamos que la importancia y valor de estas “teorías sobre el envejecimiento” es que a través de ellas podemos conocer la personalidad y comportamiento ante el envejecimiento de muchas otras abuelas y otros abuelos cuya conducta ha sido observada, estudiada y registrada a través de largos años de investigación.
Por ejemplo, la “teoría de la continuidad” surgió al observar que en la vida de muchas abuelas y abuelos –de hecho- no se registraron rupturas radicales ni transiciones bruscas entre los 45 años (adulto maduro) y al llegar o rebasar los 60 (adulto mayor).
Lo que sí se observa y registra es que a partir de los 40 comienzan los llamados 'cambios constructivos y progresivos del envejecimiento', que son, por una parte, para reorganizar y preparar nuestros órganos y sistemas para la maravillosa etapa de la vejez y, por la otra, para que dichos cambios se vayan dando de manera paulatina y gradual, de tal suerte que nadie envejezca de un día para otro.
Veinte años para asimilar los cambios
Por lo anterior descubrimos que la naturaleza es benigna y nos da un promedio de 20 años para ir asimilando dichos cambios que, en la mayoría de los casos, suelen darse sin producir crisis mayores. Por lo que podemos hablar -con toda propiedad- de “continuidad y estabilidad” en la transición de ser adulto maduro (45 o +) a ser adulto mayor (+60).
Esta “teoría de la continuidad”–comentamos- genera tres postulados:
1) El paso a la vejez es una prolongación de experiencias, proyectos y hábitos de vida ya adquiridos en el pasado. No tienen por qué existir rupturas ni cambios bruscos o repentinos.
2) Tanto la personalidad como el sistema de valores de la persona, permanecen intactos, lo que le permite continuar sin mayores cambios su dinámica y actividades sociales durante el envejecimiento.
3) La experiencia que dan los años ayuda a reaccionar de manera más eficaz y exitosa ante los cambios propios de la vejez, evitando ideas o sensaciones de pérdida o de ruptura que pueden venir al envejecer.
En conclusión, la experiencia nos ha enseñado que un joven es lo suficientemente viejo para morir y que un viejo es lo suficientemente joven para continuar –sin sobresaltos- su vida. Y recuerda, envejecer es la mejor manera que se conoce hasta hoy para estar vivo por más tiempo.- Antonio Alonzo Ruiz, Psicoestimulación y psicoterapia.
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